Khadjetou
Hoy, nos encontramos con una mujer que ejerce una profesión a menudo considerada reservada para hombres:
Khadjetou trabaja en la carpintería de aluminio. La joven de veintiocho (28) años es el ejemplo perfecto del joven que tiene éxito gracias a las oportunidades ofrecidas por Caritas. Al no haber logrado obtener diplomas hasta 2017, se dedicó al pequeño comercio de zapatos y perfumes. Una amiga le habló del centro, ella fue y comenzó una formación de desarrollo personal, luego de informática, de comercio. Luego, se le presentaron muchos oficios, pero Khadjetou vio en la carpintería de aluminio una posibilidad de encontrar trabajo rápidamente después de su formación ya que, según ella, la gente ya no elige puertas o ventanas de madera.
Hoy en día, se prefiere el aluminio, sostiene. Por lo tanto, realizó una formación de seis meses, pero la joven nos confiesa que eso le parece demasiado poco para conocer perfectamente el oficio. Una formación de dos años, por ejemplo, le habría permitido integrarse a una empresa cuando la suya quebró. De hecho, después de sus estudios, Khadjetou fundó su taller con socios y era la gerente y conocía bien los problemas de la empresa, especialmente financieros. Sabiendo que el trabajo en aluminio es muy fluctuante según las épocas, pensaba, por ejemplo, en adelantar el alquiler del taller cuando llegaban grandes entradas de dinero para prever los períodos más bajos.
Así pudo empezar a cobrar un salario que le permitió no depender de nadie para sus gastos, y especialmente para pagar sus tratamientos médicos en Dakar o ayudar a sus seres queridos. Sin embargo, cuenta que cuando iba a Senegal por sus tratamientos, los demás seguían trabajando en el taller, pero se quedaban con los ingresos para ellos y no ahorraban nada para los salarios o para pagar el alquiler, lo que generaba deudas para la empresa. Sin embargo, para Khadjetou, el verdadero problema era que era la única mujer y que tenía que dirigir hombres como gerente, y que, por lo tanto, sus colegas pensaban que quería quedarse con el dinero para ella. Esto causó grandes problemas de cohesión de grupo y los asociados simplemente dejaron de trabajar. Cuando las deudas se volvieron demasiado importantes, estos últimos propusieron vender las máquinas que Caritas había dado durante la apertura del taller y repartir el dinero, lo que Khadjetou rechazó argumentando que esas máquinas se habían dado para trabajar y no para vender.
Esta decisión fue apoyada por Caritas, que continuaba siguiendo el perfil de la joven. Khadjetou, por lo tanto, almacenó el material en su casa y actualmente está buscando nuevos socios. Hoy está muy agradecida por lo que Caritas le ha brindado. Explica que aprendió que, incluso si no tenía éxito en la escuela, podía ganarse la vida, incluso empezando desde muy poco, especialmente gracias a la formación en emprendimiento que anima a los estudiantes a invertir pequeñas cantidades en pequeños comercios, a buscar una necesidad en el consumidor y les enseña cómo, a partir de eso, ahorrar e invertir para crecer.
Para Khadjetou, el hecho de ser mujer nunca ha sido un problema con sus clientes, ya que siempre se asegura de dar una fecha en la que está segura de que el trabajo estará terminado para que estos no se desplacen innecesariamente, a diferencia de algunos de sus competidores.